Duerme el Cristo de Rio
bajo la noche imperturbable,
bajo el silencio de la luna
iluminando la estatua.
La madrugada le enciende
los ojos, y el Cristo observa,
con resilencia y templanza,
y extiende los brazos,
y acoge la estancia,
sosegando los días,
abrazándose a la Bahía.
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