me embarga una sensación de vigilia.
La fibra del aire atraviesa la quietud
de la noche, y se prolonga el sonido.
Es tiempo de conversar bajo un cielo
que no osa oscurecer,
al reflejo de una luna que es el deleite
de la noche, sentados ante la sinuosa
curva de una llama seducida por el viento.
Y no cedemos al sueño,
el incienso quema las horas,
la vela consume la imaginación,
y la noche envuelve la conversación.
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